El carácter de dependencia de una economía respecto de otra/s se puede apreciar, también, en el hecho que no sea dueña del conocimiento que utiliza para hacer las cosas. Una economía dependiente invierte poco (o no lo hace) en I+D, de allí que no genere inventos, tampoco patentes propias y por eso les resulta difícil y costoso innovar. Ergo, la riqueza de una economía dependiente se va al exterior, en gran parte porque paga por el conocimiento ajeno (activo inmaterial) en forma de patentes, royalties, dividendos y beneficios, especialmente. Digámoslo ahora: China es deficitaria en ese balance, lo sabe, y trabaja e invierte mucho para revertir ese déficit. En cambio EE.UU. tiene un balance fuertemente superavitario. Esos intentos de China por dejar de ser dependiente, constituye el trasfondo de una pelea por la hegemonía en los sectores en los que el conocimiento es el activo más importante. Es un hecho que el ascenso de China plantea una amenaza al liderazgo tecnológico de EE.UU. y aquí no indagaremos sobre la naturaleza de tal ascenso (será un dato), sino que nos concentramos en sus consecuencias.

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El litio pasó de ser un elemento desconocido del gran público a convertirse en el centro de la preocupación de los grandes centros de poder mundial. Ese insumo de las baterías utilizadas en los elementos portátiles como celulares y computadoras, y cada vez más en los vehículos automóviles, tiene un futuro atado a la transición energética en la cual el abandono de las energías fósiles como el carbón y el petróleo deja lugar a otras energías renovables. El auto eléctrico es una renovación muy importante respecto de los anteriores, ya que las regulaciones ambientales podrían cambiar los actores principales de la industria que hoy es dominada por los occidentales.

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