Dra. Verónica Noelia Flores
En tiempos de incertidumbre en que la búsqueda de refinamiento tecnológico se instala como agenda y horizonte ineludible a nivel global, vale acaso compartir una breve reflexión acerca de qué tipo de desarrollo, no sólo en términos de crecimiento económico y técnico sino también social y humano, se sustenta como proyecto político en y desde China. Asumimos como premisa la indivisibilidad de la cultura respecto del desarrollo, sobre la base de los debates filosóficos y sociológicos iniciados a partir de mediados de los años noventa en torno al reconocimiento de las capacidades y a la implicancia estatal para el logro de la mejora en la calidad de vida y el bienestar humano (Nussbaum, 2012; Sen, 1996, 1999). En los últimos años, en tanto la cultura es concebida como una política de desarrollo en China, el despliegue de los recursos simbólicos que la actualizan y hacen posible ha cobrado significativa relevancia. En este sentido, la cultura no es un atributo homogéneo ni un beneficio opcional para ser agregado a las metas materiales del desarrollo económico. Por el contrario, se trata de un requerimiento fundamental que se ha destacado para apuntalar los desafíos que plantea la extensión del bienestar y de la equidad social en la transformación del socialismo (Lin, 2006, 2015).
El impulso hacia el progreso cultural se ha convertido, desde el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino a fines de 2012, en una prioridad de la gobernanza nacional. En esta dirección, lejos de ser una problemática marginal o aislada, la cuestión cultural se ha ubicado con recurrente centralidad en el marco de los debates acerca de la concepción y la orientación del desarrollo en China (Meng, 2021; Zhang, 2008). En línea con la tendencia marcada hacia la profundización del proceso de reforma, los esfuerzos por parte del Estado en el diseño e implementación de sus políticas culturales se han orientado en dos sentidos, solo en apariencia excluyentes.
Por una parte, las políticas públicas han buscado preservar y revalorizar la herencia antigua y el patrimonio cultural de China, a través del apoyo sostenido a la protección y restauración de los sitios históricos y arqueológicos, así como a la conservación de las reliquias, tesoros y bienes culturales (Shepherd, 2014; Zhao, 2014). Por añadidura, cabe señalar que lo material del patrimonio como valor cultural cristalizado cobra vida a través de la interpretación basada en formas inmateriales de conocimiento, arte, simbolismo y práctica artesanal (Jameson, 2006). A su vez, la protección del patrimonio cultural implica un compromiso político con la actualización y el cumplimiento de los marcos legislativos para evitar el tráfico ilícito de bienes, pero también con la disposición de llevar adelante tareas de sensibilización y divulgación de su significado e importancia (Gruber, 2007).
Por otra parte, se ha procurado impulsar la innovación y la creatividad, como capacidades humanas para inventar nuevas formas, mediante mecanismos que favorezcan la integración de la cultura con la tecnología. En este sentido, se ha instado a convertir las ventajas de los instrumentos técnicos en fortalezas para la promoción y el desarrollo cultural, tanto a nivel nacional como provincial (Meng, 2021). De este modo, el progreso cultural se ha visto estimulado a través de políticas públicas centradas en las personas y en las comunidades locales, tendientes a garantizar el acceso inclusivo, la conectividad y la agencia digital, sobre todo en el ámbito de la educación y la gestión cultural (Chu, 2022).
Al tiempo que se investiga la socio-génesis del aprendizaje automático, es decir, el proceso mediante el cual las máquinas inteligentes se socializan a través de interacciones en contextos socioculturales, se utilizan recursos técnicos para expandir las capacidades humanas a partir de la diversificación de las formas de contacto con el patrimonio cultural (Cai, 2025). El uso de la ciencia y la tecnología aplicada para el estudio científico del patrimonio histórico y cultural se presenta como plataforma integral para la mejora en el conocimiento de la composición del acervo, así como también para su protección y difusión más amplia. En esta línea, los procesos de digitalización patrimonial se han articulado con el diseño de nuevos formatos de exhibición, experiencias sensoriales inmersivas y entornos educativos que favorecen una interacción más dinámica con el público.
Este enraizamiento de lo estatal en el tejido social devuelve una proyección de organicidad y resonancia de lo que ha persistido y de su renovación creativa en el devenir de los cambios y en su síntesis material. Así, el recurso a la yuxtaposición de formas y de marcos temporales diferentes nos remite a la lógica del principio de contradicción aparente en que se despliega la fluidez del pensamiento taoísta. Este nos advierte que las cosas pueden ser y no ser de la misma manera y al mismo tiempo. La puesta en diálogo con el pasado y la elaboración de perspectivas acerca del futuro se realiza a través de narrativas que se actualizan y se resignifican desde las condiciones y necesidades del presente (Wang, 2021).
Consecuentemente, se mantiene el énfasis en la centralidad de la acción del Estado, pero su capacidad expansiva se define no sólo ya en función del fortalecimiento y reproducción de sus propios rasgos estructurales, sino de potenciar el desarrollo de las capacidades de su población.
Como correlato de la efectiva coexistencia e interacción recíproca entre el desarrollo cultural y el desarrollo tecnológico, se advierte en la construcción discursiva oficial la posibilidad de una transformación creativa y de un desarrollo innovador de la cultura tradicional china. Esto se ha puesto de manifiesto en los últimos años a través de la generación y diversificación de servicios, experiencias y productos culturales que revitalizan el sentido de unidad, pertenencia y cohesión social. Lo que ha perdurado encuentra vigencia y capacidad de aspiración como “tradición viva”. De este modo, pasados pertinentes y futuros deseables resultan elementos críticos interrelacionados. En este marco se comprende la importancia de la emergencia del concepto del sueño de “gran rejuvenecimiento de la nación china” (中华民族伟大复兴 Zhōnghuá mínzú wěidà fùxīng) como eje vertebrador de las políticas culturales. Esta renovación ha supuesto un giro del pensamiento sobre sí pero también una proyección que excede los márgenes de lo propio. En efecto, desde 2023 la noción de “confianza cultural” y la Iniciativa para la Civilización Global propuestas por el presidente Xi Jinping para articular la búsqueda de inclusión y apertura en la diversidad global ha permeado los discursos oficiales acerca del reconocimiento y la práctica activa de los valores culturales del pueblo chino (Xu, 2024).
En plena maduración del proceso globalizatorio y frente a los riesgos de la homogeneización, las diferencias culturales aún enriquecen nuestras sociedades y sus posibilidades de intercambio, pero también el capital social y los proyectos para el futuro que éstas albergan. El panorama de la experiencia histórica de China y de sus políticas culturales recientes, con sus propias lógicas internas, nos invita a repensar las propias y a revalorizar la vigencia y operatividad del enfoque centrado en la expansión de las capacidades para el desarrollo humano. Aún más cuando el respeto por la diversidad cultural que se expresa en este marco interpretativo enriquece el conjunto de visiones que median las relaciones entre el pasado significativo y el futuro deseable. Desde esta perspectiva, el registro vivo de los valores y bienes culturales preciados colectivamente se efectúa a través del respeto por la diversidad y el diálogo transnacional (Sen, 2014). Por lo tanto, maximizar la diversidad cultural resulta clave para hacer de la cultura un recurso renovable en vías a dar continuidad al desarrollo. En palabras de Appadurai (2014), “no puede haber desarrollo sostenible sin diversidad sostenible” (p. 36).
En conclusión, el recurso a la creatividad, que no reconoce fronteras y prospera mediante el diálogo, el intercambio y la interacción recíproca, plantea la posibilidad de contribuir inclusivamente a una mejora mutua que dignifique la experiencia social y colectiva. De aquí la relevancia conceptual que converge en el uso creativo de los recursos tecnológicos y su impacto en la relación entre cultura, patrimonio y desarrollo humano. La presencia e institucionalización del patrimonio material adquiere sentido y significación en su relación con el patrimonio inmaterial. Asimismo, el desarrollo material sólo cobra forma y proyección a través de la apropiación de los recursos simbólicos del desarrollo inmaterial. Así, la innovación en las prácticas a través del ejercicio de la creatividad, como facultad inherente a lo orgánico, nos revela una doble faz: mira hacia el pasado nutriéndose de la memoria y el patrimonio compartidos y encara el futuro para imaginar, entre lo nuevo y lo posible, la configuración de otros relatos y otras alternativas.
Appadurai, A. (2014). Diversidad cultural: una plataforma conceptual. En Diversidad cultural, desarrollo y cohesión social. Ministerio de Cultura de Perú.
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