Patricia Aguirre es antropóloga especialista en cultura alimentaria y docente investigadora del Instituto de Salud Colectiva (ISCo) de nuestra universidad. En una entrevista publicada en Página/12, Aguirre explica los modos en que el modelo extractivista opera y destruye comunidades y habitats naturales, generando un círculo de muerte y extinción de recursos. La importancia de volver a la mesa, de prestar atención al clima y sus señales y de no trastocar los mundos donde las especies viven para no generar pandemias. Por qué es clave redistribuir el alimento, pero no el que provoca enfermedades: aquellos libres de colorantes y estabilizadores que dan sabor y textura pero nada de nutrientes. Un desafío urgente que hay que asumir con responsabilidad y exigir que sea parte de la agenda política de hoy, no de mañana, cuando probablemente ya sea tarde.
"Hemos cambiado el planeta, nos estamos tomando el agua de nuestrxs hijxs, nos estamos comiendo la tierra de nuestrxs nietxs", dice Patricia Aguirre, Doctora en Antropología de la UBA especializada en cultura alimentaria, para explicar que la forma en la que estamos gestionando el ecosistema está en crisis y está trayendo consecuencias nefastas, no solo en la tierra y en el agua, sino también en el clima, en el ecosistema global y en las especies que lo habitan, incluyéndonos a nosotrxs mismxs.
El problema, asegura la antropóloga, está directamente relacionado con otra crisis: la que atraviesa la manera en la que nos alimentamos. Y esta no es producto de la escasez de alimentos -nunca hubo tanta comida en el mundo como ahora-, sino por su mala distribución -una parte de la población está sobrealimentada mientras que la otra pasa hambre-, por la poca diversidad de los alimentos que producimos y comemos, y por la insustentabilidad del sistema alimentario.
En estos últimos días, la gran crisis planetaria que vivimos volvió a quedar en evidencia con las temperaturas extremas que azotaron a toda la Argentina, y el recalentamiento global, producido por las emisiones de los gases de efecto invernadero -que generan, entre otros desequilibrios ambientales, el incremento del calentamiento de las aguas del Océano Pacífico, y por lo tanto la subida de las temperaturas de todo el país- se ha vuelto cada día una realidad más concreta y más grave. Sin embargo, ante este contexto sombrío, Aguirre no se paraliza, propone soluciones precisas. Pero también advierte que, si bien todavía estamos a tiempo de introducir cambios para salvar el mundo, “no podemos seguir esperando más: tenemos que realizarlos ya”.
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